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Universos paralelos

Greg Rakozy - Unsplash

Me despierta una pesadilla. Tengo ocho años. Como otras mañanas, voy a la cocina y pido a la abuela el desayuno. Mientras bebo un tazón de leche caliente, me pregunto: ¿el lugar en el que estoy es real? ¿Mi vida lo es? Mi manta de cuadros rojos y negros, la luz en el pasillo, la muerte de papá.

Mi hermana se ríe a menudo de mí cuando recuerda mi forma de llorar, sobre todo cuando era canija y tocaba comer. Si la comida no me gustaba o ella me chinchaba en exceso, yo comenzaba a gimotear y a hacer pucheros, eso sí, con la necesidad de tener que ver el resultado. Así, me miraba con mucha atención en el espejo que había enfrente de la mesa del comedor, ¡es importante saber llorar! 

Necesitaba constatar que ese sentimiento, con lágrimas incluidas, también era real.

¿Dónde termina la realidad y comienza la ficción? ¿Dónde confluyen? ¿Lo hacen?

Dice Nancy Huston en La especie fabuladora que los seres humanos no soportamos el vacío. Somos incapaces de constatar sin intentar de inmediato entender. Y entendemos básicamente por medio de relatos, es decir, de ficciones. Lo real no tiene nombre. Toda denominación es un acto de magia.  

Cuando comencé a sumergirme en las historias escritas me interesé por todo lo que se acercaba a mi mundo o al de mis semejantes, que era lo que yo consideraba real. Cumplí años y necesité pegarme más y más a esos mundos que, si bien podía no conocer, tenía la certeza de que habían existido. De un tiempo a esta parte encuentro un placer irresistible en la posibilidad de encontrar otros universos, otros escenarios que solo existirán si pensamos en ellos.

Que levante la mano quien pueda resistirse al arte de escapar de jaulas, camisas de fuerza, cofres, barriles o edificios en llamas. En mi caso, confieso que no puedo escapar del deseo de convertirme en mujer bala.

En esos mundos hay una posibilidad de cambio, de mutación, de metamorfosis. Son un laboratorio de vida.

Ursula K. Le Guin, una de las escritoras que más ha hecho por la ciencia ficción y el feminismo en el siglo XX, desarrolló una capacidad extraordinaria para crear universos propios, personajes extraños y futuros, mundos alternativos. Y yo me pregunto, ¿por qué sigue costando tanto entender que la fantasía forma parte de nuestra psique y no tiene nada que ver con la mentira? ¿Seguro?

Aún hoy, sentada frente al ordenador, me sigo preguntando si existo o no estaré confundida y, quizá, sea una suerte de ficción, un segundo en el tiempo.

Ya no está la abuela, ni el vaso de leche, ni la manta de cuadros. Así que escribo, leo, escucho música, cuento… para que el relato cumpla su curva, porque si lo hago quizá me encuentre un universo paralelo en el camino y el tiempo no distinga de realidades y ficciones.

2 comentarios

  1. Pedro dice:

    Muy interesante como todo lo que escribes.
    Me encanta que quieras ser mujer bala: «Alicia voladora»(los deseos se cumplen)
    Un abrazo.

  2. Yo dice:

    Me ha encantado… Gracias.
    Saber que no solo me pasa a mi, que no es tan raro lo que me pasa, ni lo que pasa por mi cabeza.
    Saber que puede que hasta sea bueno y no sentirme juzgado por ello.
    Leerte es sentirme acogido.
    Gracias

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