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Una peligrosa noche de la escritura para enamorarse de las historias

Student hands typing on laptop in the night

«Cuando se derrumbó la catedral de París y quedó al descubierto un sarcófago oculto desde hace siglos…, un superhéroe sin poderes… adquiere la telepatía». Risas, vítores y aplausos. El juego de las premisas disparatadas lo ha vuelto a conseguir. Tres grupos de creadores; uno encargado de los detonantes, otro de los personajes, y un tercero de las acciones. Cinco minutos para que escriban todo lo que se les ocurra. Pasado el tiempo, nos reunimos y las leemos respetando el orden; no vale buscar la que mejor encaje. El caso es que casi siempre encajan, y dan lugar a premisas hilarantes para crear historias. La particularidad en esta ocasión es que los participantes en el juego escriben en pijama y zapatillas… y que son más de las cinco de la madrugada. «Al descubrir que la máquina de café había decidido dejar de añadir azúcar…, un chaval que duerme dentro de la máquina de vending… dona toda su ropa». Maravilloso.

El valiente grupo de jóvenes apasionados por las letras participa en La peligrosa noche de escritura. Eso significa que han acudido a la convocatoria de Atrapavientos en el Espacio Joven de la Fundación Ibercaja de Zaragoza. Llevan escribiendo desde las diez de la noche, y el reto es continuar haciéndolo hasta las ocho de la mañana. Han consumido cantidades de chuches, bombones y otros dulces que jamás confesarán a ningún dentista; han exprimido la máquina de café que Eboca ha puesto a nuestra disposición de forma gratuita durante toda la velada; y aún queda el chocolate con churros que tan generosamente servirá el equipo del Espacio Joven cuando el cielo empiece a clarear y los párpados amenacen con caer definitivamente. Ah, y Mamen ha repartido mandarinas de una enorme bolsa de malla que nadie sabe cómo ha llegado hasta aquí.

—¡Esprint de escritura! —anuncia Lucía casi a las siete.

Quince minutos escribiendo como si no hubiera mañana; se supone que algo con sentido. Quien sume más palabras, se lleva un libro. Es la tercera vez que lo hacen desde medianoche. Cuando notamos que el sueño amenaza con empezar a hacer mella, esprint que te crio. En los anteriores, Álvaro y Yeimy han escrito mucho, pero esta vez Oriana se queda a un suspiro de las mil palabras. Sí, mil palabras en quince minutos a las siete de la mañana, tras toda una noche tecleando sin compasión. «Van a acabar con agujetas en los dedos… y en el cerebro», pienso, pero qué va, son superhéroes en pijama. O supervillanos. Oriana también se queda a un paso de llevarse el premio al mejor atuendo gracias a su pijama de Darth Vader (afortunadamente, no se le ocurrió acudir con el casco-máscara), pero el vencedor es Pikachu – Miguel Ángel, porque lleva capucha y hasta zapatillas. Libro para él.

Pasar diez horas seguidas escribiendo no es muy habitual, ni siquiera si se trata de tu principal actividad diaria, pero hacerlo durante toda la noche es otro nivel. Con la excusa de NaNoWriMo, los locos de Atrapavientos nos dijimos: «¿por qué no recuperamos La peligrosa noche de la escritura e invitamos a la gente a apuntarse a crear historias y jugar con las palabras hasta el amanecer?». Se lo propusimos a los amigos del Espacio Joven, siempre dispuestos a apoyar locuras culturales, y nos pusimos a prepararla como parte del programa de actividades de NaNoWriMo, que ha dejado un mes de noviembre bien completito.

Debo confesar que yo no las tenía todas conmigo. Llegué al Espacio Joven recién salido del AVE, dando por hecho que habrían habilitado un rincón tranquilo con colchonetas. Pero no. «Aquí hemos venido a escribir toda la noche». Así que, en unas horas, me veía con la cabeza sobre el cuaderno o el teclado, incapaz de sostenerla sobre los hombros. Pero no. Aguanté como un campeón. Aguantamos. Y escribí. Escribimos. Muchas menos que las 3500, 4000, 5000, chorrocientas mil palabras que acumularon la docena de brillantes jovenzuelas y jovenzuelos que nos acompañaron, que nos asombraron y que, sobre todo, nos regalaron una noche inolvidable entre historias.

Jugamos con la inteligencia artificial creadora de textos, accionamos la única, maravillosa y Asombrosa máquina de generar historias, intercambiamos párrafos de relatos para continuarlos, y desubicamos a personajes de ficción para imaginarlos desenvolviéndose en situaciones disparatadas. El Conde Drácula cambiándole el pañal a su sobrino, Gerónimo Stilton recibiendo una carta de Justin Bieber, Ned Flanders pronunciando el discurso de aceptación de la Corona británica. «Ned, recuerde que no puede llamar a sus súbditos “ciudadanitos”». El texto de Andrea nos arranca carcajadas desde la primera frase, repleto de ingenio, como los del resto de compañeros. Qué gran idea esta peligrosa noche de escritura. ¿Por qué peligrosa? «Tenéis que organizar una cada trimestre», nos dicen. Vale, eso sí que sería peligroso… para nuestra salud.

Diez horas dan para mucho, incluso para continuar novelas que se nos atascan, para recuperar el gusto por la escritura después de meses de no encontrar la motivación, para compartir proyectos y pedir consejo sobre cómo continuarlos. «Tengo el principio y el final, pero lo que más me cuesta es rellenar toda la parte central, encontrar el camino que los conecte». Alguien se lanza a plantear la dificultad que le preocupa, y el resto no duda en ofrecer respuestas. Qué intercambio tan enriquecedor de inquietudes, de ideas, de propuestas. ¿Quién dice que la juventud no lee, que solo escribe para comunicarse por whatsapp, que no promueve iniciativas culturales? Que hablen con el Colectivo Z, que le pregunten a África, que a sus 15 años aguantó hasta el final y dos horas después se fue de visita a la tele y a jugar al ajedrez. Bueno, igual lo de África es excesivo…

Nosotros nos fuimos a dormir, con la barriga llena de delicioso chocolate con churros y la cabeza repleta de imágenes imborrables. 

Nos vemos en la próxima peligrosa noche de la escritura, junto a Fer, Raúl, Yeimy, Miguel Ángel, Oriana, África, Elena, Álvaro, Xavi (repetiréis, ¿verdad?), las amigas y amigos del Espacio Joven, y quien se quiera apuntar.

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