Concurso de cartas de RecoLectores

Compartimos las cartas ganadoras de la primera edición del concurso de cartas de Recolectores. Esta la mandó Marta Serrano Pastrana desde Alloza (Teruel).

Querido Ban:

Te escribo porque últimamente me he dado cuenta de que necesito contarte algo. No sé si a ti te pasa, pero hay momentos en los que una siente que el ruido de la ciudad, las prisas y las pantallas te van apagando poquito a poco, como si fueras olvidando lo que de verdad importa, y quizá por eso terminé en Alloza hace tres años, casi sin planearlo. Y ahora no me imagino en otro sitio.

No soy de aquí. Vengo de ciudad, de esas donde siempre hay ruido, siempre hay gente con prisas y parece que nunca hay tiempo para nada. Cuando llegué a Alloza no sabía bien lo que iba a encontrar. Pero encontré algo que ni sabía que estaba buscando: tranquilidad. Y no me refiero solo a que se duerme sin sirenas ni bocinas, sino a ese tipo de tranquilidad que se te mete dentro y te cambia el ritmo del día a día.

Alloza es un pueblo pequeño, en Teruel. Aquí todos se conocen y a mí me costó un poco al principio, porque en las ciudades vas más a tu bola. Pero aquí, si no te ven en la plaza, alguien te escribe al móvil. Si se te estropea el coche, no tardan en aparecer tres personas a echarte una mano. Y poco a poco fue entendiendo que aquí la gente se cuida.

Mi día favorito del año es la velada de San Blas, se celebra prendiendo una enorme hoguera en la plaza del pueblo. Es el punto de encuentro, el momento de estar juntos sin prisas, sin móviles, solo la luz de las llamas y la gente comiendo, hablando y festejando alrededor.

Lo que más me atrapó de Alloza fue su forma de vivir despacio. Aquí se valora la conversación sin reloj, el paseo sin destino, el atardecer visto desde cualquier camino de tierra. Aquí todavía se respira hondo, se escuchan los pájaros, se ven las estrellas, se huele la leña y la tierra mojada.

Y quería contártelo porque a veces siento que en las ciudades se nos olvida que hay otra forma de vivir. Que está bien la tecnología y las comodidades, pero no podemos perder el contacto con la naturaleza, ni con los demás, ni con nosotros mismos. Porque en cuanto te paras un poco, en cuanto miras un paisaje abierto y dejas de correr, te das cuenta de todo lo que habías dejado atrás.

No sé si alguna vez te animarás a venir, pero si un día decides hacerlo, aquí tienes un sitio.

Sin planes, sin prisas, sin postureo. Solo un lugar donde ser.

Te mando un abrazo grande.

Marta

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